jueves, 27 de marzo de 2014

Perdemos el suelo, erosión y sequía.

Perdemos el suelo, erosión y sequía.

El manejo excesivo del suelo, plantas cultivadas e insumos, el sobre pastoreo y el aumento desmedido de la población que va de la mano junto al crecimiento de la contaminación solo nos han arrastrado a la degradación de la tierra, con esto estamos perdiendo nuestra vegetación y la cobertura de los suelos. 

Es difícil entender cuan enorme es la rapidez con la que estamos acabando con nuestro hábitat, una capa de suelo de aproximadamente 1 centímetro tarde en formarse alrededor de 500 años y solo necesita unos 10 años para desaparecer totalmente debido a que el desmonte de terrenos no agrícolas promueve el roce del agua (erosión hídrica) o del viento (erosión eólica), y más tarde o más temprano provocan su pérdida progresiva hasta que se aprecia la constante improductividad en las cosechas.
Los Gobiernos nacionales, provinciales y locales tienen la compromiso inaplazable de crear una mayor conciencia en la población acerca del deterioro de los recursos de tierras y de su efecto negativo sobre la producción agrícola.

Las causas de la degradación de suelos tienen su origen en factores socioeconómicos, en la sobreexplotación de la capacidad de uso de las tierras y en prácticas de manejo de suelo y agua inadecuados.

La información disponible de investigación sobre los tipos, causas, grado y severidad de la degradación de tierras es todavía insuficiente en la mayoría de los países de América Latina. Esta falta de información dificulta enormemente la identificación y la puesta en práctica de estrategias efectivas de conservación y rehabilitación de tierras.


Para superar los problemas mencionados, se deben considerar soluciones que impliquen una acción inmediata y, también, métodos de prevención para impedir mayor deterioro futuro. Parte del deterioro causado lo puede solucionar la naturaleza misma con sus ciclos naturales. Por ello la acción del ser humano debiera contribuir a crear las condiciones necesarias para que la naturaleza emprenda su obra de restauración. Sin embargo, recuperar el suelo una vez que éste ha sido destruido es un proceso lento si se lo deja sólo a su ritmo natural, y muy costoso si se trata de acelerarlo. Por lo tanto, lo más razonable es evitar que se destruya el suelo.                 

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